miércoles, enero 09, 2008

Me gusta hacer el amor con mi marido

Sí, ya estoy oyendo las vocecitas: "Pero qué desvergüenza, qué grosería, qué mal gusto...; esta tía... ¿es que no sabe lo que es guardarse algo para sí?".

Cada vez que me encuentro con mitos, tabúes, clichés, etc., me pregunto por qué, el porqué de su razón de ser. ¿No serán algo aprendido, heredado sin más, que nadie se cuestiona como un tótem sagrado o el misterio del Espíritu Santo?

¿Por qué se puede decir me encantan la Cura, la paella o la anaranjada y rosácea puesta de sol y no "me encanta hacer el amor con mi marido"? Muy sencillo, porque la gente cree que, si hablas de tu "intimidad", estás poniendo en peligro tu propia piel o la de los tuyos. Por hacer el amor, no por especular, mentir, robar, falsear, hacer daño a los demás... Curioso, ¿no? (curioso viene de The Cure).

Ayer, martes 8 de enero de 2008, la tarde discurrió de forma tranquila y doméstica. El pequeño gran Marino se embarrancó porque su Yaya había anunciado visita, para recoger algo que se había dejado la vez anterior, y luego anuló porque se encontraba regular -del estómago y tal- como, a lo visto, medio Madrid -¡a ponerse bien todo el mundo, hombre, ya!!-. Así que el nene, que la adora -a ella y a sus tres irresistibles yorkies- se llevó un disgusto y se puso a berrear hasta que se quedó dormido en el sofá de toda la energía que había gastado. Poco después llegó el bello Domingo, nuestro bajista -para ser el "bajo" no veas lo alto que es- e intercambiamos material e impresiones pues no nos habíamos visto desde que tocamos la última vez (a estas alturas, estamos todos más liaos que la pata de un romano, como dice don Jose Manuel Costa).

A la noche nos fuimos un poquito tarde a la cama -en esta casa, a lo tonto, se duerme menos que en las literas del tren- y yo le espeté a mi contrario: "¿Es demasiado tarde...??", pues me hallaba, no sé por qué, encendida como la pobre Rocío Jurado en "Si amanece y ves...". Un calor y un rubor muy agradables y conocidos bañaban toda mi piel y arrebolaban mi dermis. Él hizo esto xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx y esto xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx (aquí estoy protegiendo SU intimidad, pues puede que él no sea tan pendón como yo -¿o sí?-) y, cuando me hizo suya, fui víctima de una poderosa y radial explosión que redefinió para siempre jamás cada célula, cada átomo y cada nanopartícula de mi ser y me reconvirtió en la centelleante y feliz beburria que soy ahora.

Y es que así es el amor.

Besurrios,

Alicia XX