lunes, octubre 15, 2007

Eso que llaman autoestima

O quererse, valorarse, a uno mismo. Se dice pronto. A mí me pasa lo siguiente; yo me valoro, me quiero, lo paso bien conmigo misma, creo que soy una cachonda porque me pongo a escuchar música, a disfrutarla plenamente, a bailar como una bacante descuajaringada y además lo paso bomba con un perrito, haciendo el cabra, o con un/a niño/a... Con los mayores es algo más difícil, por la cantidad de capas que suelen envolverles con el tiempo, pero, si tienen tiempo para deconstruirse y les hacen gracia mis payasadas, los absurdos que tanto aprecio, lo dadá, mis -para mí- hilarantes salidas de tono, pues entonces se unen a la fiesta, o yo a la suya, y lo pasamos también en grande! Pero, en sociedad, es evidente que no basta hacer el payaso para ser valorado/a. Así que cuando acometo alguna empresa algo más seria ahí es donde comienzan mis problemillas de autoestima. ¿Soy lo suficientemente buena? ¿Es lo suficientemente bueno, valioso, interesante, lo que estoy escribiendo, componiendo, tocando, cantando, acometiendo...? ¡Para mí sí! pero, ¿con quién o con qué te comparas? ¿dónde están las referencias, o los baremos...? Usualmente me quedo tranquila cuando la gente a mi alrededor lo valora positivamente y lo disfruta; esa es para mí la auténtica prueba de fuego.

Voy a aventurar una hipótesis basada en lecturas y en mi experiencia vital; opino que, en general, las mujeres tenemos una autoestima menos robusta porque la cosa empieza en la más tierna infancia. Todos sabemos del amor, la pasión incondicional, a veces, hasta exagerada y "sospechosa", que sienten madres y abuelas por sus hijos varones; es realmente impresionante. Fijémonos en cambio en las hijas; los padres, o al menos muchos, suelen también adorarlas, pero como los hombres, en general, tienen mayores dificultades -o desidia- para expresar sus sentimientos, y no te digo ya efusiva y ruidosamente (mediante abrazos, caricias, besos, grititos, halagos diversos), pues opino que las hijas no consiguen ni de coña el manto protector vitalicio que ellos tienen, normalmente, en sus madres. Además, como nosotras maduramos antes, biológica y psicológicamente hablando, pronto nuestros progenitores nos tratan como otras adultas más y nos sisan el cariño y aprecio espontáneo y efusivo con que las madres obsequian a los eternos "botarates" de la casa.

Si a esto le añadimos los archiconocidos ciclos hormonales femeninos, con sus típicos altibajos de autoestima, pues ahí lo tienes! Por no hablar de la imagen que los medios y la sociedad suelen transmitir como "mujer ideal": mona, "bien vestida", maquillada, permanentada, depilada, delgada, simpática, agradosa, suave, dulce...

Seguramente todo esto te parezca una sucesión de clichés; estaré más que encantada de aprender de opiniones contrarias.

Abrazos,

Alixx