viernes, diciembre 15, 2006

Un poco de poesía, que son dos días (que estamos que lo regalamos, oiga...)

"Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla
La noche está estrellada y ella no está conmigo"

PABLO NERUDA

(Breve selección por Miguel
de Loyola)

FAREWELL

1

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos
mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
Tendrían que amarrarse
nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
Tendrían que
matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
Veré en los
tuyos lágrimas un día.

2

Yo no lo quiero, Amada.

Para
que nada nos amarre
Que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu
boca,
Ni los que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que
no tuvimos,
Ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el
amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No
vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
Los marineros
besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
En el lecho del
mar.)

4

Amo en el amor que se reparte
En besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
Y puede ser fugaz.

Amor que quiere
libertarse
Para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

5

Ya no se encantarán mis ojos en
tus ojos,
Ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde
vaya llevaré tu mirada
Y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui
tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor
pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tú será del que te ame,
del que corte en
tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre
estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia donde voy.

…Desde
tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

De "CREPUSCULARIO" (1920-1923)

Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Escribir por
ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo
lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta

Puedo
escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella
también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces
yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la
tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin
ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que
mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está
conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma
no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la
busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche
que hace blanquear los mismos árboles
Nosotros, los de entonces, ya no somos
los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz
buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes
de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la
quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan
largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el
último dolor que ella me causa,
Y estos sean los últimos versos que yo le
escribo.

(De veinte poemas de amor y una canción desesperada, 1923-1924)

WALKING AROUND

Sucede que me canso de
ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito,
impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y
ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo
quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos
ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que
me caso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me
canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
Asustar a un
notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos
hasta morir de frío.

NO quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias
mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No
quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con
mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da
pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones,
a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como
grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas
en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y
espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo
paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso,
cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de
un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas
sucias.

De "RESIDENCIA EN LA TIERRA 2" (1931-1935)

ALTURAS DE MACCHU PICCHU

Del aire al aire, como una
red vacía,
iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,
en el advenimiento del otoño la moneda extendida
de las hojas, y entre
la primavera y las espigas,
lo que el más grande amor, como dentro de un
guante
que cae, nos entrega como una larga luna.

(Días de fulgor
vivo en la intemperie
de los cuerpos: aceros convertidos
al silencio del
ácido:
noches deshilachadas hasta la última harina:
estambres agredidos
de la patria nupcial.)

Alguien que me esperó entre los violines
encontró un mundo como una torre enterrada
hundiendo su espiral más
debajo de todas
las hojas de color de ronco azufre:
más abajo, en el oro
de la geología,
como una espada envuelta en meteoros,
hundí la mano
turbulenta y dulce
en lo más genital de lo terrestre.

Puse la frente
entre las olas profundas,
Descendí como gota entre la paz sulfúrica,
Y,
como un ciego, regresé al jazmín
De la gastada primavera humana.

De CANTO GENERAL